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El Balance entre lo Visceral y lo Academico

  • Writer: NATALIA I RIVERA-COLLAZO
    NATALIA I RIVERA-COLLAZO
  • Feb 11
  • 3 min read

Updated: May 20

Analizando la arquitectura de John Utzorn

Anteriormente, hemos hablado sobre lo visceral y lo académico en el campo de la arquitectura. Comprendimos que el sentimiento de lo sublime que experimentamos en relación con un espacio o una estructura es lo que otorga un valor visceral a la arquitectura. A partir de este valor visceral, es posible llegar a un enfoque más racional, propio del ámbito académico. En la práctica arquitectónica, no es inusual encontrar quienes eligen alinear su diseño claramente con uno de estos enfoques. Sin embargo, un caso excepcional donde ambos procesos —el visceral y el académico— coexisten y trabajan en armonía es el de Jørn Utzon. Reconocido principalmente por su obra en la Ópera de Sídney y como ganador del Premio Pritzker de Arquitectura, Utzon logró fusionar los conceptos de lo orgánico y lo racional en sus proyectos, creando estructuras y espacios intrigantes y únicos.


Uno de los primeros proyectos a explorar es la Iglesia de Bagsværd, en Copenhague, Dinamarca. Fue la primera iglesia construida en la comunidad de Bagsværd desde el siglo XVI. Inspirado por una amalgama de oraciones y experiencias espirituales, Utzon desarrolló una estructura que interactúa sutilmente con su contexto, centrando la verdadera experiencia espiritual en el recorrido interior. Este proyecto se caracteriza por su forma exterior ortogonal, que actúa como un caparazón que oculta las curvas dinámicas que dominan el interior. Estas curvas, representaciones de la naturaleza, parecen invitar a entrar en el espacio, evocando la presencia divina. Esto se aprecia claramente en la sección del proyecto, donde el gesto arquitectónico de las curvas toma protagonismo. El espacio interior logra un equilibrio perfecto entre acústica, luz, textura y color, creando una atmósfera pacífica y relajante que invita a la introspección. Sin embargo, esta complejidad interior no es evidente desde el exterior. Al observar la planta del proyecto, se puede notar cómo este dualismo de ideas —lo orgánico y lo ortogonal— trabaja en conjunto para generar una experiencia de asombro y espiritualidad.


El segundo proyecto a analizar es Can Feliz, la segunda residencia que Jørn Utzon construyó en 1994 en Mallorca, España, 20 años después de su proyecto Can Lis. En esta obra, Utzon desarrolló un sistema basado en bloques de marés y forjados de bovedillas, adaptándose a su filosofía constructiva fundamentada en la modulación. El pavimento, compuesto por losetas de piedra de Santanyí, refleja la geometría del techo, enfatizando la precisión y el carácter sistemático que caracterizan el proyecto. Can Feliz se organiza siguiendo un esquema tripartito sobre una plataforma aterrazada que se adapta al terreno. Las estancias se disponen de forma paralela y compacta, sin espacios intersticiales entre ellas. Existe una jerarquía en el diseño, donde algunos muros destacan sobre otros, creando una imagen menos abstracta y más cercana a la arquitectura tradicional de la isla. Este enfoque refleja un lado más académico en la obra de Utzon, quien incorpora detalles históricos y geográficos del entorno en su diseño.

Utzon parece haber encontrado una forma de equilibrar elementos que a primera vista podrían parecer opuestos. Su ejecución es un ejemplo claro de la integración de lo visceral con lo académico, alcanzando lo mejor de ambos procesos para añadir un carácter único a cada uno de sus proyectos. Esta combinación nos invita a reflexionar sobre el proceso de ideación y creación arquitectónica, demostrando las posibilidades que surgen de explorar, analizar y sentir.

 
 
 

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